viernes, 11 de septiembre de 2015

*Palabras en una Página* Los Viajeros de la Noche, Helene Wecker.


Hacía tantas noches que no paraba de llover que el genio, incapaz de seguir soportándolo, se vino abajo e hizo algo que había jurado que no haría jamás: comprarse un paraguas.
Había sido idea de Arbeely, más que nada para mantener su propia cordura. Al cabo de tres semanas de clima húmedo, el genio se convirtió en un compañero de trabajo espantoso, hurano, distraído y propenso a dejarse hierros candentes en cualquier parte.
-Tienes aspecto de estar a punto de fundirte -observó Arbeely-. ¿Por qué no te compras un paraguas en vez de quedarte en casa cada noche?
-Creía que no te gustaba que saliera de noche por ahí -replicó el genio.
-Y no me gusta. Pero peor sería que me incendiaras el taller o que acabásemos matándonos. Cómprate un paraguas.
-No lo necesito -aseguró el genio.
Arbeely se rió.
-Me parece que está muy claro que sí.
Con todo, el sorprendió bastante, unos días después, ver llegar al genio una mañana de llovizna mientras sacudía un paraguas grande de seda azul marino, más propio de un dandi del West Side que de un inmigrante sirio.
-¿De dónde has sacado eso? -quiso saber Arbeely.
-De una casa de empeños de Bowery -le contestó el genio.
El otro suspiró.
-Me lo tendría que haber imaginado. ¿Le han limpiado la sangre?
El genio ignoró el comentario y puso el paraguas boca abajo, sosteniéndolo.
-Míralo, ¿qué te parece? -dijo.
El mango era de una madera oscura con vetas finas. Los últimos quince centímetros estaban ribeteados con filigranas de plata, con forma de entramado en espiral de hojas y vides.
-Precioso -reconoció Arbeely mientras lo acercaba a la luz-. ¿Lo has hecho tú? ¿Cuánto has tardado?
El genio sonrió.
-Un par de noches. Vi uno igual en un escaparte. Más sencillo, pero me sirvió de idea.
Arbeely sacudió la cabeza.
-Demasiado bueno. La gente dirá que se te han subido los humos.
-Y qué -replicó. Le quitó el paraguas a Arbeely y lo apoyó en un rincón con cuidado, como observó el otro, para que no se arrugara la seda.

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