Lillian pensó en la ardilla que había conocido, y ahora en este cuervo.
- ¿Hablan? -preguntó.
- ¿Quiénes hablan?
- Los ratones y los topos.
El cuervo rió.
- Por supuesto que hablan. Todo habla. Es solo que nadie se toma el tiempo para escuchar.
- No podría matar a un ratón parlante.
El cuervo la miró asombrado.
- ¿Qué comes entonces?
- No lo sé. ¿Los árboles y las plantas hablan también?
- Bastante, solo que no es tan fácil entenderles a menos que tengan un espíritu viviendo dentro que haga la traducción. De otra forma, sus conversaciones son demasiado lentas para que podamos seguirlas. -se rió entre dientes- Pero si crees que un árbol es lento, deberías intentar hablar con una piedra: puede llevarles un año solo decirte sus nombres.
- ¿Cuál es tu nombre? -le preguntó Lillian al cuervo.
- Bien, -respondió-, algunos me llaman Jack, así que respondo a ese nombre.
- Jack Cuervo. -repitió Lillian- Yo soy...
- Lillian. Lo sé.
- Porque tú sabes todo lo que pasa en estas colinas.
El cuervo arregló una pluma con el pico.
- Eso mismo. Ahora te daré una advertencia, pequeña niña gato -añadió- . Sé que te gustan esos perros de caza de la granja de los Welches, pero necesitas mantenerte alejada de ellos mientras estés caminando en la piel de un gato. Si ves un perro olfateando por la zona, te subes a un árbol y permaneces allí hasta que se haya ido. Los perros de caza y los zorros y los coyotes... ninguno de ellos es tu amigo, no ahora. Hay más de una alimaña viviendo en estos bosques que disfrutaría el manjar que una pequeña niña gato podría proveerles.
- No estoy asustada -dijo Lillian.
- Puedo ver eso. Pero deberías estarlo. Ahora estás en un mundo peligroso.
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